Series: CONOCIENDO EL MUNDO= JAPÓN PARTE 6 - ARTE TRADICIONAL

 

El arte de Japón (日本美術 Nippon bijutsu) es una expresión de la cultura japonesa, desarrollado a lo largo del tiempo en diversos períodos y estilos que se han ido sucediendo de forma cronológica, en paralelo al devenir histórico, social y cultural del pueblo japonés. La evolución del arte nipón ha estado marcada por el desarrollo de su tecnología, siendo una de sus señas distintivas el uso de materiales autóctonos. Como en el arte occidental, las principales manifestaciones artísticas han tenido su origen en la religión y el poder político.



Una de las principales características del arte japonés es su eclecticismo, proveniente de los diversos pueblos y culturas que han arribado a sus costas a lo largo del tiempo: los primeros pobladores instalados en Japón –conocidos como los Ainu– pertenecían a una rama caucásica procedente del norte y este de Asia, llegados posiblemente cuando Japón aún estaba unido al continente. El origen de estos pobladores es incierto, barajando los historiadores diversas hipótesis, desde una raza uralo-altaica hasta un posible origen indonesio o mongol. En todo caso, su cultura parecía corresponder al paleolítico superior o mesolítico. Posteriormente arribaron a las costas japonesas —al tiempo que a Corea y diversas zonas de China— varios grupos de raza malaya procedentes del sudeste asiático o islas del Pacífico, que se fueron introduciendo paulatinamente desde el sur, desplazando a los Ainu hacia el norte de Japón, mientras que en una posterior oleada llegaron a Japón varios grupos de la misma etnia procedentes de China y Corea. A esta mezcolanza racial se debe añadir la influencia de otras culturas: debido a su insularidad, Japón ha estado aislado buena parte de su historia, pero a intervalos ha ido recibiendo la influencia de las civilizaciones continentales, sobre todo de China y Corea, especialmente desde el siglo V.​ Así, a la cultura ancestral nipona derivada de las sucesivas oleadas inmigratorias se añadió la influencia foránea, forjando un arte ecléctico y abierto a la innovación y el progreso estilístico. También cabe destacar que gran parte del arte producido en Japón ha sido de tipo religioso: a la religión sintoísta, la más típicamente japonesa, formada alrededor del siglo I, se añadió el budismo en torno al siglo V, forjando un sincretismo religioso que aún hoy perdura, y que también ha dejado su reflejo en el arte.

 


El arte japonés es pues reflejo de estas distintas culturas y tradiciones, interpretando a su manera los estilos artísticos importados de otros países, que asumen según su concepto de la vida y el arte, reinterpretando y simplificando sus características peculiares, como los elaborados templos budistas chinos, que en Japón sufrieron un proceso de reducción de sus elementos superfluos y decorativos. Ello da muestra del carácter sincrético del arte japonés, por lo que siempre ha asumido con naturalidad cualquier innovación procedente de otros países.

 

El arte tiene en la cultura japonesa un gran sentido introspectivo y de interrelación entre el hombre y la naturaleza, representada igualmente en los objetos que le envuelven, desde el más ornado y enfático hasta el más simple y cotidiano. Esto se pone de manifiesto en el valor otorgado a la imperfección, al carácter efímero de las cosas, al sentido emocional que el japonés establece con su entorno. Así, por ejemplo, en la ceremonia del té los japoneses valoran la calma y la tranquilidad de ese estado de contemplación que consiguen con un sencillo ritual, basado en elementos simples y en una armonía proveniente de un espacio asimétrico e inacabado. Para los japoneses, la paz y la armonía están asociadas a la calidez y la comodidad, cualidades a su vez que son fiel reflejo de su concepto de la belleza. Incluso a la hora de comer, no importa la cantidad de alimentos o su presentación, sino la percepción sensorial de la comida y el sentido estético que otorgan a cualquier acto. De igual manera, los artistas y artesanos japoneses tienen un elevado grado de vinculación con su obra, sintiendo los materiales como parte esencial de su vida y de su comunicación con el ambiente que les rodea.


Literatura

La literatura japonesa tiene una fuerte influencia china, debido sobre todo a la adopción de la escritura china. El testimonio más antiguo conservado es el Kojiki (Relatos de cosas antiguas), especie de historia universal de corte mítico y teogónico. Otro testimonio de relevancia es el Nihonshoki (Anales de Japón). La poesía está representada por el Man'yōshū (Colección de diez mil hojas), antología de poemas de diverso signo, con gran variedad temática y estilística, redactado por varios autores entre los que destacan Otomo Yakamochi y Yamanoue Okura.

 


Durante la Edad Media japonesa la literatura continuó bajo el influjo de la china, sobre todo en poesía, donde la mayor producción fue en lengua china, considerada más culta: tenemos así el Kaifuso (Tiernos recuerdos de poesía, 751), antología de varios poetas. En época Heian hubo un renacer de las letras japonesas, destacando la narrativa: Genji Monogatari (Relato de Genji), de Murasaki Shikibu, es un clásico de la literatura nipona, describiendo el mundo de la nobleza en un lenguaje sencillo, de tono a veces erótico. La poesía de la época fue compilada en la antología imperial Kokinshu, donde se exaltaba preferentemente la naturaleza, escrita en waka (composición de 31 sílabas). En el período Kamakura la literatura se vio afectada por las constantes guerras feudales, reflejadas en una narrativa de tono pesimista y desolado: Hojoki (Narración de mi cabaña), de Kamo no Chomei. Del período Muromachi cabe destacar el Tsurezuregusa (Ensayos en ocio), de Yoshida Kenkō, y el Sannin Hoshi (Los tres sacerdotes), anónimo. ​

 

Durante el período Edo la literatura evolucionó hacia un mayor realismo, generalmente de tono costumbrista y con una sutil vena humorística, como se aprecia en la obra de Saikaku Ihara, Jippensha Ikku y Ejima Kiseki. En poesía, la principal modalidad es el haiku, composición de 17 sílabas, generalmente de tono bucólico, centradas en la naturaleza y el paisaje, destacando Matsuo Bashō, Yosa Buson y Kobayashi Issa. Continuó el género de la waka, generalmente en chino, representada principalmente por Rai Sanyo. En el siglo XIX destacó el novelista Takizawa Bakin, autor de Satomi Kakkenden (Vidas de ocho perros).

 

Tres señoras sentadas con linternas, tetera, candelero e instrumento de cuerda (siglo XVIII), de Kitagawa Utamaro, Brooklyn Museum of Art, Nueva York.


Estación 16: Yui, de la serie 53 Estaciones de Tōkaidō, de Utagawa Hiroshige.



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